sábado, 21 de febrero de 2015

Lo que de verdad importa

Como una galaxia de violáceas supernovas los adornos pendían en el techo del centro comercial. Multitud de luces que no dejaban de parpadear parecían señalar el camino hacia las tiendas, incitando al instinto consumista de las masas. El recinto se hallaba abarrotado de clientes que realizaban sus últimas compras navideñas. Otros años había participado también de aquella explosión de júbilo, pero ahora vagaba en forma errática por los pasillos detrás de Ana, portando un cargamento de bolsas mientras ella escrutaba los escaparates en busca del regalo adecuado. Habíamos dejado a los niños durante unos días en casa de su hermana. Eso nos daba mayor libertad para disponer de nuestro tiempo y además, yo necesitaba pensar.

viernes, 20 de febrero de 2015

Obsesión

Si les hablase acerca de aquello que ha ocupado mis pensamientos en los últimos tiempos probablemente me tomarían por loco, y no les culpo, pues yo mismo he llegado a preguntarme si no estaré adentrándome sin remedio por los senderos de la sinrazón. El caso es que una idea me ronda con insistencia y me veo en la necesidad de liberarme de algún modo de mis demonios. Me pregunto hasta la obsesión que se sentirá al matar a alguien.

Aunque empiecen a dudarlo, me considero una persona normal. Tenía una profesión con la que me ganaba honradamente el pan, una hipoteca que me condenaba de por vida a trabajar para el lucro de otros pero me permitía disfrutar la ilusión de ser propietario de un pequeño piso a las afueras de Madrid, unos padres y hermanos que me querían y una novia adorable a la que veía cada fin de semana, pues por su trabajo no estaba en la ciudad los días laborables. Mi vida se hallaba sumida en la misma monotonía socialmente aceptada de cualquier individuo que ustedes puedan cruzarse por la calle y aunque tenía todo lo que se supone que un buen ciudadano puede disfrutar, no dejaba de sentir como me ahogaba la rutina desde que me levantaba cada mañana.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Beatriz

Beatriz. Tu nombre evoca en mi memoria sentimientos encontrados. Imposible olvidar esos ojos de un verde tan profundo y el cabello negro que te caía en bucles ondulados sobre los hombros. Jamás amé a nadie como a tí, jamás amaré a nadie de igual modo.

La nuestra era una relación imposible. Tú pertenecías a una familia de clase alta, fuiste educada para ser la mujer de algún rico hombre de negocios que te proporcionara un apellido de renombre y unos cuantos hijos que continuasen la estirpe de los tuyos. Yo sin embargo no soy más que un pobre desgraciado que un día tuvo la dicha de cruzarse en tu camino, y en esta sociedad del XIX levantada sobre rígidos principios Victorianos nuestro amor estaba condenado a un fracaso inevitable.